Detrás de la industria de heroína del Bronx,
la sede central del tráfico en el noreste

Por Mónica Cordero, Constanza Gallardo, María Camila Montañez y Joaquín Torres

Uno de los más grandes narcos de Nueva York usaba un pequeño local en Washington Heights para almacenar su mercancía en 2015. Fotografía: Mónica Cordero.

En Washington Heights, justo debajo del puente George Washington, hay una pequeña bodega que subsiste vendiendo algunos productos vencidos. Este negocio, según indican los registros de la corte, fue en alguna ocasión un sitio donde almacenaba droga uno de los principales distribuidores de heroína de Nueva York. Jose Mercedes llegó a producir alrededor de 50 millones en venta de heroína cada mes en la ciudad de Nueva York. Fue arrestado hace dos años. Pero su presencia todavía se siente en las calles.

La dueña de la tienda, una dominicana robusta quien se identificó solo como Jennifer, niega conocer a Mercedes y sus vínculos con el local. Pero su rostro refleja tensión con solo escuchar su apellido y deja muy claro que no quiere hablar al respecto. Ella dice que compró el negocio hace apenas unos meses sin detallar a quién.

Dos hombres pasaban por los pasillos de la tienda. Uno de ellos era un adolescente. El otro, era un hombre en sus 30 que vestía una sudadera con gorro. Hablaba por su celular y caminaba por la tienda. En algún momento, y sin pedir permiso, entró al área del mostrador para conversar con Jennifer.

Era obvia que la presencia de los dos hombres inquietó a Jennifer, quien hizo un gesto con las manos indicando que había que cambiar de tema. Luego de que los dos hombres se marcharon, Jennifer se relajó un poco. Admitió que efectivamente la tienda perteneció a la familia de Mercedes y que el hombre que usaba sudadera era sobrino de narcotraficante.

La DEA tiene identificado a Nueva York como el centro neurálgico del mercado de heroína para el noreste de los Estados Unidos. El condado del Bronx recibe cargamentos de droga provenientes de Sinaloa, México, y desde ahí se distribuye hacia las principales ciudades del este del país. Y los líderes del negocio son hombres como José Mercedes. No es un grande capo en el estilo de Joaquín “El Chapo “ Guzmán Loera, líder del cártel de Sinaloa, aunque son socios en este negocio ilícito.

LEl cártel de Sinaloa les provee a distribuidores como Mercedes, y a sus estrechas redes de molinos y vendedores de la calle, la heroína que se consume en este estado, y que es la causa de una ola creciente de muertos por sobredosis. La heroína - mediante una peligrosa combinación con un analgésico llamado fentanilo - causó la muerte de 983 personas en la ciudad durante el 2016, de acuerdo a los registros del Departamento de Salud de la Ciudad de Nueva York.



Se han escrito libros y series de televisión sobre El Chapo. Pero muy poca atención se la ha dado a hombres como Mercedes y a los narcomenudistas de Nueva York que operan este mercado aqui. Esta es la historia de ellos. Mercedes de 49 años fue conocido en las calles como el “Hippie” aunque no se tiene claro por qué.

Su vida estaba lejos de ser ordinaria aunque sus vecinos lo describen como un tipo común y corriente. Vestía de manera regular y sus vecinos afirman que era amable y atento con los demás. Alexei Schacht, quien fue abogado años atrás, asegura que tenía “un gran sentido del humor

Mercedes es un inmigrante indocumentado, a pesar de tener como pareja a una residente y que uno de sus dos hijos es ciudadano estadounidense, según relata Schacht.

A diferencia de los narcos mexicanos, quienes acostumbran vivir escondidos en áreas de difícil acceso en México, este narcotraficante de Nueva York vivía en un departamento de clase media dentro de un condominio familiar ubicado en Yonkers, una ciudad del condado de Westchester.

“Nunca pensé que fuera capaz de hacer algo así”, dijo Brian Destertick, un vecino a quien se le preguntó si sabía que Mercedes traficaba heroína. “No lastimó a nadie de aquí y nunca mostró malas vibras”.

De manera secreta, Mercedes había amasado una fortuna. Las autoridades le confiscaron dos millones de dólares en efectivo en una de sus propiedades el día de su arresto en el 2015.

Había vivido fuera de la ley por años antes de dedicarse al narcotráfico. Antes de 2014 operaba un sofisticado negocio de robo de identidad que usaba de manera ilegal los números de Seguridad Social de puertorriqueños para cobrar beneficios fiscales.

Por este delito no fue a la cárcel, pero sí estuvo detenido en un centro por su estatus inmigratorio en Queens. En ese tiempo, según información de la fiscalía, creó contactos con personas que lo conectaron con el cártel de Sinaloa y que lo hicieron uno de los grandes hombres de la droga en el Bronx.

“Al nivel del ´Hippie´ hay muy pocas personas, gente que tenga ese nivel de importación,¨ comentó Bridget Brennan, fiscal especial de Narcóticos de la ciudad de Nueva York. “El `Hippie´ importaba grandes cantidades de heroína”, añade.

"´Hippie´ importaba grandes cantidades de heroína. Incautamos la mayor cantidad de droga en la historia de la oficina regional de la DEA en Nueva York (en su arresto). Eso fue un récord", afirmó Bridget Brennan, fiscal especial de Narcóticos de Nueva York

A pesar de que Mercedes hacía negocios a menudo con el Cártel de Sinaloa, parece que estos no confiaban en él completamente. Mercedes mandaba a miembros cercanos de su familia a México como prenda mientras la operación se realizaba en suelo estadounidense, y estos eran retenidos hasta que Mercedes mandara el dinero por la carga que había comprado.

Mercedes no era un hombre de confianza del cártel mexicano, a pesar de que recibía - según los documentos de la corte - cargamentos cada 15 días. Por ello, debía enviar a miembros de su familia como prenda a Sinaloa mientras la operación se realizaba en suelo estadounidense.

Mercedes fue arrestado el 16 de mayo de 2015. Las autoridades incautaron suficiente heroína que suministraría una dosis a cada niño y adulto de la ciudad de Nueva York. Las autoridades describen ese incautamiento de heroína como el más grande de la historia del estado de Nueva York y el cuarto más grande en el país.

“Escuchamos que después de la incautación, a través de grabaciones telefónicas y autoridades locales, estaban secos. La heroína era escasa”, dijo Bridget Brennan.

“Lo escuchamos de Long Island, unas partes de Pensilvania y de unas organizaciones criminales en la ciudad. Así que ese tipo de incautación tuvo un impacto. Un impacto por mucho tiempo”, añadió.

El abastecedor del este: el Bronx

La heroìna llega a Nueva York proveniente principalmente de México. Aterriza en aviones, se descarga en los puertos, pero principalmente llega a la costa este en camiones tráiler que viajan por carretera desde los estados fronterizos de California, Arizona y Texas.

Nueva York es el centro de distribución de toda la heroína que se consume en el noreste del país, de acuerdo a la Administración para el Control de Drogas (DEA, por sus siglas en inglés). La sede en la zona de esta agencia federal decomisa entre un 25% y un 30% de todos los incautamientos que se hacen a nivel nacional de esa droga.

“Nueva York es el centro financiero del mundo. También alberga grandes intercambios comerciales, incluidos camiones de carga llenos de productos que ingresan al mercado neoyorquino. Estos tráilers se utilizan para transportar bienes legítimos e ilegítimos”, explicó James J. Hunt, agente especial a cargo de la agencia federal en el estado.

Luciano Osobampo-Armenta, de 33 años, es uno de los transportistas que llevaba paquetes de droga para ganar dinero. Un transportista como él puede ganar en un viaje transcontinental (de California a Nueva York) entre unos $3.000 a $5.000, según estimaciones de la DEA.

La noche del 8 de octubre, Osobampo-Armenta conducía por el boulevard conocido como Bruckner, una calle local que conecta la península de Hunts Point en el Bronx con la red de autopistas interestatales, cuando fue interceptado por agentes de la DEA como parte de una investigación, según publicó el New York Post en la edición electrónica..



En su tráiler encontraron seis kilos de droga escondidos en la cabina del camión y otros 15 kilos en el remolque. Los paquetes estaban envueltos con un plástico sellados al vacío.

La ruta que tomó Osobampo-Armenta no fue casualidad. El boulevard Bruckner se encuentra a unos 10 minutos de la Terminal del Mercado de Productos de Hunts Point, una zona que la agencia federal tiene identificada como clave para la entrega de droga que ingresa al estado a través del Bronx.

Este mercado es considerado uno de los más grandes del mundo para los mayoristas y es el que suministra los alimentos del área metropolitana de Nueva York. Intermediarios, compradores de restaurantes, empresas de catering y tiendas de comestibles confluyen diariamente para comprar alimentos en un comercio que genera más de $2 mil millones al año en ventas.

El espacio industrial ocupa la mitad de la península de Hunts Point y su ubicación es ideal para el comercio pues une con el sureste del país a través de la autopista 85, con la costa por medio de la 95 y conecta con el resto del estado y Nueva Jersey a través de la 278.

La descarga de la heroína ocurre, según la DEA, luego de que los camiones tráiler se estacionan en el área del mercado y los conductores se reúnen con los miembros de la organización criminal.

“Es un punto donde pueden hacer las cosas al aire libre, legalmente. Metiendo por debajo de la parte ilegal”, explica Andrés Torres, asistente de la Fiscalía de Narcóticos de Nueva York. Torres añade que es fácil intercambiar una caja de tomates con una maleta de droga sin mucha sospecha.


La heroína se esconde en trailers que transportan productos frescos y que suelen usar el puente George Washington para entrar a la ciudad, según la DEA. Fotografía: Mónica Cordero.

El mercado es un complejo de bodegas, zonas de venta bajo techo, grandes patios donde se apilan los contenedores y áreas de parqueo de camiones pesados.

En el último reporte del 2016 de la administración del mercado se detalla que unos 3.000 camiones de carga entran diariamente al mercado, mientras salen 12.000.

Las tres grandes cuadras que componen el complejo están divididas por calles y aceras donde los particulares pueden transitar. Allí se trabaja los siete días de la semana y las 24 horas, pero la hora de descarga de mercancías se da principalmente en la noche y la madrugada.

Las autoridades detallan que el transporte de la heroína en camiones de carga también permite que los lugares donde los conductores se detienen a cargar combustible, comer o dormir un rato se convierta en puntos de entrega de la droga para los narcotraficantes del Bronx. Estas áreas de descanso para transportistas están en la ruta que une a Nueva Jersey con el puente George Washington y brinda ingreso directo al Bronx.

Laboratorios clandestinos

Mercedes distribuía la heroína a cabecillas de laboratorios como Billy Pérez de 39 años quien era conocido en las calles como “Blast”. Su departamento no era solamente el lugar donde vivía sino también un laboratorio clandestino para procesar y empaquetar heroína y fentanilo según detallan documentos de la corte.

Pérez vivía en un edificio residencial en el área de Soundview, al sureste del Bronx, un barrio de clase media donde habitan familias.

Andrés Torres, asistente de la Fiscalía de Narcóticos de Nueva York, describe estos sitios como apartamentos de edificios tranquilos ubicados en “buenos vecindarios” para no llamar la atención.

Quienes operan los mills (molinos, en su traducción al inglés) prefieren ocupar generalmente los pisos altos porque desde ahí pueden vigilar un “poquito a la policía”.

Los laboratorios, donde se prepara la droga para el consumo, no requieren de mucho para operar. El mobiliario principal es la mesa que se usa para cortar la heroína y empaquetarla en bolsitas para su venta. También emplean, según reportes de las autoridades, amoladoras (una herramienta que sirve para hacer cortes), otros utensilios de cortar y bolsitas vacías. Y finalmente se marca con un sello propio para ser distribuida a los narcomenudistas.

A uno de los primeros pasos en la preparación del narcótico se le llama “cortar el producto”: cuando se mezcla la heroína pura con sustancias como bicarbonato de sodio, talco y detergente que hacen que rinda y se gane más dinero al aumentar la cantidad del producto.

Los laboratorios clandestinos son apartamentos de barrio donde la heroína se mezcla y se empaca en bolsitas con sellos propios para ser distribuida por los narcomenudistas

En este proceso, el fentanilo se ha convertido en una sustancia esencial que se le añade a la heroína para potenciar el efecto de la droga. Esta mezcla frecuentemente produce una sobredosis instantánea.

Bridget Brennan, fiscal especial de Narcóticos de la ciudad de Nueva York explicó que el fentanilo es mucho más barato que la heroína. “Si te dan, por ejemplo, 97 de heroína y 3 de fentanilo, ellos (los narcos) te están cobrando 100 de heroína. Es un gran modelo de negocio excepto que esta matando a sus clientes. Ese es el problema”.

Según reportes judiciales, Pérez y su operación distribuían heroína y fentanilo mezclado, y en muchos casos, sólo fentanilo. Para vender a los narcomenudistas, llevaba la mercancía procesada a un edificio ubicado a dos millas del puente George Washington, donde usaba el apartamento seis como bodega para guardar la heroína y el fentanilo de acuerdo a los reportes judiciales.

En la pared de un estacionamiento cercano, se ve un grafiti con el apodo de Perez: “Blast”.

Esta es una vía transitada por niños y familias que pasan por allí para ir al supermercado durante el día, o a la lavandería que quedan a menos de 20 pasos del estacionamiento. Otros lo pueden mirar cuando se acercan a unas maquinas de reciclaje adyacentes para cambiar sus botellas plásticas y latas por unos cuantos dólares.

Para sacar el producto al mercado, Billy Pérez también emplea la imagen de un esqueleto arrodillado con la marca Pray for Death (reza por la muerte, en su traducción al español).

Andrés Torres explicó la importancia de los sellos durante una entrevista en su oficina ubicada al sur de Manhattan.

“Un narcotraficante, el encargado de cierto producto, tiene su marca. Es su sello de calidad como cualquier otro producto, y entonces como ellos tienen (la marca) sus clientes saben. Yo sé que el producto que tenga X sello es un producto de buena calidad, ese es el que me gusta”, comentó el asistente de la Fiscalía de Narcóticos de Nueva York.


Billy Pérez, conocido como “Blast”, fue arrestado por dirigir un laboratorio que procesaba heroína en el Bronx. Un grafiti con su apodo se aprecia en la zona donde operaba. Fotografía: Constanza Gallardo.

Los sellos o stamps (como se le conoce en el mercado) muestran qué tan potente puede ser la heroína que se compra.

Hay una gran variedad de sellos que los laboratorios clandestinos crean para nombrar su producto. Los nombres van desde marcas de ropa de diseñador como Gucci, Versace o el popular símbolo de Nike junto con su eslogan Just Do It (solo hazlo).

También utilizan marcas de automóviles como Bugatti. Pero para ser más originales algunos vendedores crean sus propios sellos que describen lo potente que puede ser el narcótico como “Came to Kill” (ven mátame), “Sleepless” (insomne) o “Reza por la muerte”, como Perez bautizo la suya.

Los documentos de la corte dicen que Blast estuvo activo en el comercio de narcóticos a principio de este año. Para comunicarse con sus clientes usaba mensajes de texto y llamaba directamente a los intermediarios que luego contactaban a los narcomenudistas.

Durante el arresto de Blast, y de otros miembros de la organización, se incautaron $200.000 y 215 bolsitas de heroína y fentanilo que estaban en su apartamento. Otras 100 bolsitas se encontraron en el apartamento de uno de sus intermediarios que vivía a una cuadra del estacionamiento, donde operaban los narcomenudistas conectados con esta organización.

Quienes dominan las calles

De personas como Pérez, la heroína llega hasta las manos de narcomenudistas como Juan Santiago, quien la recibe en paquetes de distintos tamaños. Un glassine es similar a una bolsita de azúcar de restaurante de comida rápida. Un half son cinco bolsitas. Un whole o un bundle son 10 bolsitas. Un half sleeve son 50 bolsitas, mientras un sleeve son 100 bolsitas.

Santiago, de 22 años, llegó al Bronx desde Puerto Rico a los nueve meses de edad. Conocido en el barrio como “El Gordo”, no terminó la preparatoria y se le encontraba afuera de un edificio residencial de seis pisos sobre la calle McClellan, a unas cuadras del estadio de baseball de los Yankees en el Bronx.

Es ahí donde Santiago creció, hizo amistades y supuestamente vendía narcóticos como parte de una red de traficantes de heroína, fentanilo y crack que distribuía en el Bronx y Massachusetts.

Hace once meses, lo arrestaron junto a otras 31 personas, después de una investigación de un año por parte del equipo conocido como Operación Mercado Abierto (Operation Open Market, en su traducción al inglés) del Departamento de Policía de la ciudad de Nueva York.

Como muchos de los narcomenudistas de las calles, Santiago dependía de llamadas telefónicas de sus jefes y clientes para hacer negocio. Un mensaje de texto o una llamada de palabras clave le indicaban dónde recoger nueva mercancía, ir por las ganancias o hacer transacciones con consumidores.



“Me quedan 36 bolsitas y sólo he hecho un dólar y algo de cambio”, dijo Santiago a uno de sus jefes, según documentos de corte. Para autoridades, este mensaje sugería que el puertorriqueño poseía un poco más de $100.

Santiago, y algunos de sus colegas, vendía entre 90 y 150 bolsitas ( glassines) cada quince días. El valor por unidad es de $10.

Según conversaciones con narcomenudistas de heroína que salieron del negocio, se necesita un gramo de heroína para producir 25 bolsitas. Ese gramo tiene un precio de $80 para los vendedores. El traficante a este nivel puede ganar entre $250 y $350 si se corta la droga y se mezcla con analgésicos como el fentanilo para sacar más bolsitas.

No está claro el porcentaje de ganancia que recibía Santiago y sus proveedores, pero lo que ganaba parece que no era suficiente para mantener a su novia y su hija de año y medio. Cuando lo arrestaron vivía con su madre, María Pacheco, en Harlem.

Pacheco supo del arresto por la televisión. Una foto de el apareció en la pantalla y el reportero hablaba de la captura de un grupo de traficantes internacionales en el Bronx que poseían $22 millones en narcóticos.

Quedó sacudida con lo que escuchaba. El hombre que describían en el noticiero no sonaba nada como su hijo.

“Mi hijo nunca me dio ni una pelea”, dijo Pacheco. “A mí me extrañó … era un buen hijo”.

A principios de diciembre, María Pacheco asistió a una audiencia en la Corte Suprema del Bronx para ver a su hijo por unos minutos.

De un gramo de heroína, que tiene un costo de $80, se sacan unas 25 bolsillas de droga. Cada una de estas bolsitas se vende a los adictos a $10, produciendo una ganancia mínima de $250 al traficante de calle

Esta sala de la corte criminal muestra las caras detrás del tráfico de drogas de las calles del Bronx. Ese día, 17 narcomenudistas que pertenecían al grupo de Santiago debían presentarse en la corte.

La corte estaba llena de amigos y familiares quienes gritaban mensajes de apoyo o levantaban su puño al oír el nombre de sus conocidos.

Santiago fue uno de los primeros que llamaron esa mañana, pero nunca salió a la sala. Su madre cree que no lo sacaron por falta de representación legal. La familia no tiene dinero para pagar un abogado y la corte aún no le asigna un defensor público.

“¿Cómo mi hijo va a ser un traficante de drogas?”, dijo Pacheco. “¡Tuviéramos dinero!”.

En febrero, cuando arrestaron a Santiago, ella usó el dinero que recibió de la declaración de impuestos para contratar un abogado privado que ayudara a su hijo menor. Pero no fue suficiente dinero para pagar un año de servicio legal.

Pacheco no ha podido trabajar desde abril por problemas de salud, y por el momento tendrá que esperar hasta la próxima audiencia para conocer sobre el futuro de su hijo.

Esta será la primera navidad que Santiago no estará con su familia.

El proceso que se le sigue a Santiago y sus compañeros puede que tome más de un año y medio. Ese será un periodo equivalente al tiempo que supuestamente vendieron droga en las calles. Según la fiscalía de narcóticos de la ciudad, la mayoría de narcotraficantes en Nueva York duran entre dos a tres años como máximo en el mercado, antes de llamar la atención de las autoridades.

El arresto de Mercedes

José Mercedes tuvo un ascenso y caída meteóricos. Llegó a establecer conexiones con la organización de narcotráfico más poderosa de México, el Cartel de Sinaloa.

Él mantuvo una conexión con redes de de procesamiento de heroína y narcomenudistas del Bronx, así como de otros estados como Pennsylvania y Nueva Jersey. Pero su negocio ilícito duró en las calles menos de un año, antes de ser arrestado afuera de una de sus propiedades donde solía almacenar y distribuir los narcóticos en la zona de Fieldstone, en el Bronx.

En mayo de 2015, Mercedes guardaba en una Suburban 70 kilogramos de heroína que una noche previa había negociado directamente en Nueva Jersey, de un trailer que la había transportado proveniente de México.

Los 70 kilogramos de heroína confiscados a José Mercedes se consideran el más grande decomiso de esa droga en la historia de Nueva York y el cuarto más grande del país

Por esta transacción Mercedes había pagado en efectivo poco más de dos millones de dólares. Este era un negocio que se realizaba cada quince días. Para ganar la confianza del cartel mexicano, uno de los sobrinos aguardaba en Sinaloa como prenda en espera de que las transacciones se llevarán a cabo con éxito.

Sin embargo, esa noche la policía se encontraba a la caza de la organización de Mercedes. Un cuerpo especial antidrogas de la ciudad arrestó a Mercedes, incautando los 70 kilos de heroína.

Estos narcóticos se encontraban escondidos en dos compartimientos secretos de la Suburban que utilizaban como transporte de la droga. Fue el propio Mercedes quien reveló la ubicación de los narcóticos y ordenó a su colega, Yenci Cruz, a mostrar cómo abrir los compartimientos a los oficiales.

“¿Por qué me dices esto?”, uno de los oficiales preguntó.

“Porque soy un hombre y soy su dueño,” contestó Mercedes.

José Mercedes llevo dicha resignación durante todo el proceso de aprehensión y durante el tiempo en la corte. Ofreció en primera instancia cooperar con las autoridades para detener nuevos cargamentos de droga a cambio de ser liberado, oferta negada por las autoridades. Un día antes de su juicio, se declaró culpable y fue sentenciado a 14 años de prisión.


El lugar donde José Mercedes guardaba la heroína en Washington Heights está rodeado de comercios y edificios residenciales. Fotografía: Mónica Cordero.

Dos años después de su detención, la escena de la bodega en Washington Heights da muestras de que la organización, a través de sus familiares, se encuentra aún en operaciones en las calles. Las autoridades comentaron que nuevos distribuidores han tomado el mando del vacío que dejó Mercedes.

En 2016, un año después de su arresto, la oficina de la Fiscalía especial de Narcóticos de la ciudad de Nueva York condujo casos que llevaron al decomiso de 398 kilogramos de heroína, 7% más de lo registrado en 2015, más del triple de lo procesado en 2010.

Este es el lucrativo tráfico de heroína en el Bronx, un negocio que sigue a la alza y que a pesar de que pierde a sus principales cabezas cada año, encuentra nuevos líderes en cada uno de los niveles del crimen organizado, para seguir nutriendo la oferta de la droga que tiene a la ciudad de Nueva York en una epidemia de muerte por sobredosis de heroína y fentanilo.

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